lunes, 3 de diciembre de 2012

NIEVA FUERTE


Sé lo que hay tras la hiedra,
una puerta.
Tan muerta
y por tres lágrimas cubierta,
vi caer
a mi mujer.

Suspiro y bajo la mirada,
al suelo.
El duelo
de hace un año al verla quieta,
allí mismo,
cara al cielo.

Cruzo la puerta y contemplo
el polvo.
Tan hondo
me enterré en esas tierras,
con lápidas
sin nombre.

A entrar a nuestro aposento
no me atrevo.
Tanto nevó
sobre esa cama, ahora desierta,
que no puedo
yacer allí.

Por el día hago largos paseos
con mis males.
Animales,
con corazones como piedras,
me hablan
con amor.

En las noches cortas del verano,
el pasillo
es mi asilo.
Hace tiempo que no me nieva,
que no duermo,
que no amo.

El cielo pierde su brillo azul
para siempre.
En mi vientre
oigo los aullidos de esa hiena,
que arrullan
mis barullos.

La luna se vuelve mi faro,
y su luz,
hoy mi cruz,
alumbra el rostro de la fiera
que camina
bella y sola.

Pasa el tiempo que no existe,
lentamente.
Sus dientes,
saben al viento que se aferra
a la vela
de un barco.

Antes de irme, un fugaz abrazo
le pido,
lo suplico.
La hiena me rodea con sus piernas
o sus patas,
no con su alma.

Regreso a mi hogar, veo hiedra,
cruzo puerta,
alma muerta.
Amo a Hiena, yazco en cama,
sol naciente,
nieva fuerte.

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